En mis primeros años de vida religiosa, aquí en América
Central, tanto en casa Provincial Sacro Cuore como en Alajuela, las hermanas
eran estupendas. Palpé que se vivía el Espíritu de familia al estilo
mornesino: sencillez, alegría, espíritu
de piedad y de sacrificio a toda prueba.
Pronto me involucré también yo porque veía que todo eso se reflejaba en
la labor con las niñas.
Las hermanas amaban a las niñas y las niñas correspondían
gozosas a ese amor, tanto en la casa provincial con las pequeñas, como en
Alajuela, cuando la obediencia me mandó allí con las internas. Las niñas eran el centro de ala
atención. Así mismo con las oratorianas
los domingos.
Cada recreo tenía su sorpresa, su inventiva y premio para
las que más participaban en la catequesis.
¡Cómo recuerdo esas queridas hermanas! Una Sor Marina Chaves,
Sor Berta Acosta, Madre Decima Rocca, Sor Carmela Area, Sor Siria Ambrogini,
Sor Alicia Serrano, Sor Roxana Umaña, Sor Cecilia Guillén, Sor Estela Babún y
muchas otras.
Me viene de decir como Madre Enriqueta Sorbone: “Cómo era
linda la vida!”
Y brotaron las vocaciones para nosotras y para otros
institutos y las que se quedaron en el mundo formaron familias cristianas
conservándose buenas exalumnas muy adictas a nosotras, cuando me ven continúan gritando: ¿Quién es la causa de nuestra alegría? (y
ellas mismas responden) – “Sor Lía”!
¿Quién es la causa de nuestro alboroto? – Sor Lía Magarotto!
Ahora ya Alajuela no existe: primero porque ya en los
pueblos tienen sus colegios, luego porque el terremoto acabó de
destruirlo. También la Casa provincial
Sacro Cuore ha tenido su transformación… Pero en forma diferente seguimos construyendo
el Reino de Dios en los corazones juveniles.