Estaba iniciando el año 2006. Mi nueva casa era el Colegio María
Auxiliadora – Secundaria. Mi nueva obediencia:
“Responsable de la Casa Natal de Sor María Romero”.
Obediencia que fue para mí una gran
sorpresa. Una sorpresa agradable, a eso me quiero referir.
En el Colegio María Auxiliadora – Primaria
yo acostumbraba dar algo de comida los sábados a los ancianos indigentes, un
día le dije a Sor Haydalina Mendoza, yo ahora voy a despedir a los viejitos y
ella me contestó: “Lléveselos con
usted”. Me quedé pensando en lo que ella
me dijo y ese mismo día vino una familia pudiente (familiares de la difunta Sor
Hilda Chamorro, FMA) a solicitar una misa en la Casita para el hermano de Sor
Hilda, en su aniversario de muerte.
Ellos traían un almuerzo para los ancianos. Yo consideré este hecho como la respuesta de
Dios. Invité a los ancianos para que
llevaran el 4 de enero, a las 10.00 am para participar de la Eucaristía y del
almuerzo.
Ese fue mi primer día de asistencia oficial
a la Casita, como cariñosamente llamamos a la Casa Natal. Llegaron como 150 ancianos, varones y
mujeres. Se les repartió el almuerzo, la
comida no se terminaba. Se les dio un
segundo plato, tampoco se terminó. El
tercer plato de comida, se lo llevaron a la casa. ¿Qué pasó? La comida se multiplicó! Ese día
les dije a los ancianos, confiando en la Divina Providencia, que vendrían cada
semana, el día martes, para rezar, hablarles y por supuesto darles alguna cosa,
para aliviar su pobreza. A los pocos
días se presentó un Señor cubano, Don Calixto García, administrador del Hotel
Seminole de Managua, quiso saber qué se hacía en la casa con los pobres. Le expliqué.
Y desde ese día, durante 2 años consecutivos, Don Calixto, semanalmente,
los martes, me mandaba con su chofer, Don Juan, una camioneta grande con
azúcar, arroz, aceite, sal, cebollas, avena, suficientes para darles a cada uno
su ración de víveres.
Quiero decir que la providencia, apenas la
gente vio qué se hacía en la casita para los pobres, continuó llegando también
de otros lugares y de otras personas. En
víveres y en dinero. Contaré otros
hechos de la Divina Providencia, pero me quiero referir al aspecto espiritual
también. Las personas llegaban a visitar
al Santísimo, a la Virgen y a encomendarse a la intercesión de Sor María
Romero. Las gracias continuaban. Yo, en la casita, fui por así decirlo,
testigo de la fe de las personas, una fe que casi se podía tocar con mano.
Se me ocurrió imponer la reliquia de Sor
María a los visitantes, eso le agrada a nuestra gente. Junto con el personal, de la casa: tres jóvenes y un varón, nos propusimos cada
día, empezar el día con la oración, tener la casa muy limpia, atender con
amabilidad a todo tipo de personas pobres o ricos. No dejar que algún pobre que llegara a pedir
ayuda se fuera con las manos vacías: dar
algo siempre. Así fueron aprendiendo los
empleados.
Me quiero referir como un ejemplo a un
milagro que se realizó ante mis ojos. Era como el año 2007, un domingo. Llegaron 2 mujeres y una niña. Eran como las 2.00 pm. una de las señoras
enferma de artritis, bastante robusta, caminaba con dificultad. Yo le hablé de Sor María, ella me escuchaba,
pero nunca me comentó nada. Momentos
después, me trasladé atrás de una urna de objetos religiosos, pues la señora
quería comprar algo. De repente, la
señora se empezó a transformar, no sé explicar cómo, pero yo sentí algo
sobrenatural que le sucedía.
Le pregunté, ¿señora, qué le pasa? No me
respondió. Pedí una silla, la ayudé a sentarse.
Como no sabía qué hacer le sobaba los brazos. Al fin pudo hablar y me dijo: Hermana yo vine aquí sin fe. La que tiene fe es mi hermana, pero cuando
entré yo vi a los ojos la imagen de Sor María, sentí que ella me reprochó mi
falta de fe, pero ahora no me duele nada.
Y se tocaba los brazos, las piernas, sin sentir dolor. Estaba totalmente curada. Después de unos momentos le ayudé a levantarse
y fuimos a la capilla a dar gracias a Dios, a la Virgen y a sor María. La señora se fue muy contenta. Volvió domo dos años después y el mal nunca
volvió a aparecer.
Repetidas veces las personas llamaban de
diferentes lugares de Nicaragua y otros países para pedir la bendición con la
reliquia. Yo les decía que se recogieran
en oración conmigo y al poco tiempo sabía que la curación había llegado, en
algunos casos a la hora de la bendición.
En la casa se hizo una hermosa imagen de
María Auxiliadora pero no tenía aureola ni corona. Me animé y fui donde el orfebre, era de
plata, bañada en oro. Se pagó en varios
abonos y siempre habían personas que a tiempo me ayudaban. Para el último pago que me solicitaron con un
día de anterioridad, no tenía dinero, pero le dije al orfebre que lo esperaba
al día siguiente, pensé pagar con lo que tenía, para agua, luz, teléfono. Esa misma tarde, a las 4.00 pm llegó un señor
de Managua y me dijo; mis patrones se fueron para Costa Rica, pero dejaron esto
para las necesidades de la Casa, con orden de traer hoy este sobre. Allí, y con gran alegría encontré propiamente
la cantidad necesaria para pagar lo que debía.
Estando 5 años trabajando en la Casa de Sor
María, sentí su presencia y actuar, como si realmente ella estuviera presente,
intercediendo y haciéndose cargo de todas las necesidades.
En el año 2011, noviembre, el Padre Omar Cordero,
colaborador de la Casa y propagador de la devoción a Sor María, llevó a la
casita 600 enfermos de su parroquia, en 6 buses, venían a un día de fiesta,
traían música, cantos, etc. El Padre me pidió para ellos un regalito (una bolsa
de útiles de aseo). Se gastaron 8 000
córdobas, en los regalitos. Por la noche de ese día llamó de los Estados Unidos
una familia de apellido Meléndez de Nicaragua, para avisarme que al día
siguiente fuera al Banco a recoger una ayuda. El dinero que enviaba era el
doble de lo que yo había gastado en los ancianos.
Esos mismos señores me pidieron de ir al
Barrio los Marqueses, en San Marcos a llevarle algo a la gente pobre para
Navidad. Preparé para 100 personas,
bolsas de víveres, ropa, juguetes, bolsa de caramelos, arroz a la valenciana,
gaseosa. Fueron al mencionado Barrio,
pero las 2 camionetas que llevábamos estaban llenas. Nos fuimos a otros barrios y también a la
gente que transitaba por los caminos les dábamos de todo. Repartimos 800 raciones. Dios, la Virgen y Sor María sean
alabados. Era el 23
de diciembre del 2011.
Por la noche de ese día, cansada, pensaba
en retirarme. Me llaman por teléfono. Eran las 7.00 pm. Llegó un matrimonio de Masaya con dos niños a
dejar víveres: pollos, condimentos, pan, gaseosas, para 6 cenas navideñas. Al día siguiente llevé todo a la casita. Llamé a 6 familias de pobres vergonzantes (lo
cuales en vida Sor María atendía) les completé con tres granos básicos y esas familias
se sintieron muy felices y agradecidas.
Fue el broche de oro, con que Sor María me quiso dar el último gusto, de
admirar las grandes obras de la Divina Providencia.
Gracias Hermanas por su testimonio de vida, que nos continúan animando a seguir las huellas de nuestros Santos Fundadores.¡Viva Jesús y María!
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