Testimonio de Sor Lía Magarotto


Mis primeros años en Centroamérica!
En mis primeros años de vida religiosa, aquí en América Central, tanto en casa Provincial Sacro Cuore como en Alajuela, las hermanas eran estupendas. Palpé que se vivía el Espíritu de familia al estilo mornesino:  sencillez, alegría, espíritu de piedad y de sacrificio a toda prueba.  Pronto me involucré también yo porque veía que todo eso se reflejaba en la labor con las niñas.
Las hermanas amaban a las niñas y las niñas correspondían gozosas a ese amor, tanto en la casa provincial con las pequeñas, como en Alajuela, cuando la obediencia me mandó allí con las internas.  Las niñas eran el centro de ala atención.  Así mismo con las oratorianas los domingos.
Cada recreo tenía su sorpresa, su inventiva y premio para las que más participaban en la catequesis.
¡Cómo recuerdo esas queridas hermanas! Una Sor Marina Chaves, Sor Berta Acosta, Madre Decima Rocca, Sor Carmela Area, Sor Siria Ambrogini, Sor Alicia Serrano, Sor Roxana Umaña, Sor Cecilia Guillén, Sor Estela Babún y muchas otras.
Me viene de decir como Madre Enriqueta Sorbone: “Cómo era linda la vida!”
Y brotaron las vocaciones para nosotras y para otros institutos y las que se quedaron en el mundo formaron familias cristianas conservándose buenas exalumnas muy adictas a nosotras, cuando me ven continúan gritando:  ¿Quién es la causa de nuestra alegría? (y ellas mismas responden) – “Sor Lía”!  ¿Quién es la causa de nuestro alboroto? – Sor Lía Magarotto!
Ahora ya Alajuela no existe: primero porque ya en los pueblos tienen sus colegios, luego porque el terremoto acabó de destruirlo.  También la Casa provincial Sacro Cuore ha tenido su transformación… Pero en forma diferente seguimos construyendo el Reino de Dios en los corazones juveniles.
Tuve el honor de conocer a Sor María Romero
Tengo en la memoria el bello tiempo que viví con sor María Romero. Dije viví, es que varias veces me mandaron a la incipiente casa de la Virgen a hacerle compañía de noche, todas las veces que sor Laura pasaba a la Casa provincial por enfermita.  Además con sor María Lourdes Argüello, estuve pintando sobre plástico rosado y celeste una serie de estandartes para cada oratorio, fundados por sor María.  Nuestra alegría era verla llegar con su paso lento para ver a qué punto estábamos, con el trabajo. Esbozaba una linda sonrisa y se iba.
En la Casa de la Virgen siempre estaba atendiendo gente de toda clase.  Un día entré yo también y le dije:  Sor María, los tiempos están cambiando, yo con las aspirantes y postulantes y actúo así y así… Ella me miró, pensó un poquito y luego me dijo:  “No cambie, no cambie, siga así”.   Eso me dio mucha serenidad.
Sor María Romero venía a Casa Provincial a darles clases de canto a las formandas.  Ella antes de ensayar con la música (siempre eran cantos religiosos) explicaba con mucha unción el sentido de cada palabra, para que la comprendieran y cantaran con más unción.
En ella puedo decir, se reflejaba la bondad de nuestro Señor, una bondad hecha sustancia que impregnaba todo su ser, la vivía y la difundía.  Es lo que más me propuse de practicar yo.  No es fácil, no lo fue tampoco para sor María porque la vi llorar… Pero la gracia siempre triunfa y pone la paz en el alma.
Ahora Sor María es la gloria, no sólo del Instituto sino de toda la Iglesia y nos dice que todos podemos ser santos!!!  Basta quererlo y no nos faltará el auxilio de lo alto.
A San Bernardo su hermana Umbelina le preguntó sobre qué hacer para lograr la santidad… Él le contestó: “Si vis” – es decir… “Si quieres”.
El mundo cambia, nosotras también!
Desde antes de los comienzos de nuestras dos congregaciones, tanto Juanito Bosco y María Mazzarello, entretenían a los niños y niñas en el oratorio con el fin de colaborar a hacerlos más buenos.  Venían a nuestras casas, a nuestros patios.
El “oratorio” llegó a ser nuestra obra magna.  Casa que se abría, casa que se empezaba a hacer oratorio, patios llenos de niños y niñas, juegos, catequesis, diversión sin ofender a Dios ni a los demás.
Yo lo viví con entusiasmo en Alajuela, en Santa Rosa de Copán, en Pacayas.  Par cada domingo, inventaba nuevos juegos.   Teníamos un buen subsidio de ideas, en la revista Da mihi animas, que venía de Italia, dividido en 4 partes.
Y como en el mundo todo evoluciona, también el oratorio se fue modificando.
Con Sor maría Romero se hicieron famosos los 28 oratorios, fuera de los patios de la comunidad fundados por ella.  Cada domingo nos íbamos una hermana y dos aspirantes con las famosas melcochitas y con mucho entusiasmo en el corazón.  A mí, por no saber todavía bien el español, iba de ayudante de Sor maría Lourdes Argüello y una sola aspirante, también italiana, se llamaba Antonieta Distasi. El destino?  Cinco Esquinas, ya al sólo vernos la “bandada” de niños nos venían al encuentro, todo lo realizábamos al aire libre.  Cada cual con su grupo.  La catequesis la impartíamos bajo los árboles.  Al tiempo de lluvia nos prestaban unos salones (tipo cobertizo) donde por la tarde la gente jugaba bingo.
Famosos los paseos a pie con esa cantidad de niños!  Nos seguían unos taxis con sacos de pan y frascos de jalea y naranjas.  Imposible contar aquí las aventuras y todo el bien que alcanzaba también a las familias de esa maravillosa muchachada. 
Se han visto cambios, sí, al bajar el número de personal religioso, la menor capacidad de sacrificio o tal vez por la constitución física más débil de la gente ahora, ha hecho que el oratorio fuera muriendo.
Hoy se habla más de Centro Juvenil, de grupos apostólicos, de variedad de clubes, etc.  Esperemos que los resultados sean los mismos: “Formar buenos cristianos y honrados ciudadanos por la gloria de Dios y bien de la Patria”.

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