Era el mes de noviembre de 1997, yo terminaba mi segundo período de Directora en la Casa Inmaculada Concepción de Camoapa, Departamento de Boaco, donde había trabajado, por obediencia, en la Parroquia San Francisco de Asís; siendo el Párroco el Padre Miguel Ángel Angulo.
El, siendo párroco de la parroquia de Candelaria, en el Diriá, fundó con el visto bueno del Obispo, Monseñor Leovigildo López, una pequeña Congregación (4 jóvenes del pueblo), para que le ayudaran en la Parroquia.
Cierto día el padre me dice: quisiera usted irse con las Hermanas Cooperadoras de San Pedro Apóstol al Diriá para darles formación religiosa?
Y le contesté: Si mi superiora lo aceptara y me lo mandan, yo voy con gusto.
El Padre y el Obispo hicieron los trámites y luego yo recibí la carta de obediencia de Madre General, Madre Marinella Castagno y la de la Madre Provincial Sor Carmen Ronquillo.
El Padre Miguel me fue a entregar al pequeño grupo de 10 religiosas, buenas cristianas, pero jóvenes campesinas sin ninguna instrucción, ya que sólo habían cursado la primaria.
En nombre de la Santísima Virgen y confiando totalmente en Ella, me dediqué a darles una formación integral a la manera salesiana, pues les dí lo que había recibido.
Económicamente todos los años dependimos de la Parroquia de Camoapa.
En el año 2003 las superioras decidieron que regresara a la Congregación. Las hermanas cooperadoras eran ya 18 y todas estaban estudiando. Actualmente, cuando me llaman me dicen: Todo lo que usted nos enseñó, lo seguimos viviendo.
En realidad, como el grupo era tan incipiente, el trabajo fue muy lento y los pocos años que estuve no fueron suficientes para dar una mayor solidez a la formación religiosa que se esperaba.
Sor Martha Rodríguez nos comparte una de las experiencias más felices de su vida.
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